lunes, 21 de agosto de 2017

Del Conductor Profesional al Ingeniero en Conducción

La innovación no se detiene. Al ya conocido Internet de las Cosas (IoT), al Big Data y a la Inteligencia Artificial se le vienen dando diferentes usos en la Industria del Transporte. Sin embargo, nada genera más resquemor en el mercado que los vehículos autónomos. ¿Viene esta nueva innovación a cambiar el mercado para siempre?, ¿Es la gestión sobre el conductor un proceso en salida? Analicemos estos puntos.


Los Conductores Profesionales son, sin duda, el mayor patrimonio que una empresa de transportes y distribución pueda tener en su haber. Mayor incluso que la tecnología incluida en sus vehículos o en sus procesos. La capacitación constante sobre ellos en aspectos de eficiencia, seguridad, mecánica y atención al cliente han generado toda una industria de soporte a las operaciones de transporte. Al día de hoy, todo esto se pone en entredicho por la aparición de vehículos autónomos, los cuales vienen avanzando a pasos agigantados con pruebas reales tanto en Estados Unidos como Europa, entre otros países.

El concepto de vehículo autónomo hace referencia a la capacidad de un vehículo a conducirse autónomamente o por si mismo, a través del uso de diferentes tecnologías que le permiten identificar no sólo la ruta óptima a utilizar, sino además a cómo convivir con el resto del tráfico sin tener accidentes, reconocer señales de tránsito, maniobrar para evitar accidentes entre otras situaciones, sin la ayuda de un humano. Esto lo realiza utilizando una serie de sensores, cámaras y software.
Habiendo aclarado esto, lo primero que debemos comentar es que existen diferentes niveles de conducción autónoma. La NHTSA (Administración Nacional de Seguridad en Tráfico en Autopistas, según sus siglas en inglés), de los Estados Unidos establece una clasificación en 6 niveles de Autonomía por parte del vehículo, yendo desde el “Nivel 0”, dónde el conductor debe operar todo el vehículo, hasta el “Nivel 6” en el que el vehículo se opera autónomamente en un 100%. Cuando analizamos estos 5 niveles, podemos establecer que, en Chile y sobre todo en el caso de los vehículos mayores, nos encontramos recién en el “Nivel 1” de conducción autónoma, pues esta categoría es la que hace referencia a la capacidad del vehículo de mantener una velocidad crucero sin ayuda del conductor.

Para que un vehículo pueda estar clasificado como “Nivel 2”, éste debe tener la capacidad de poder movilizarse durante un tiempo determinado sin que el conductor deba operar el volante, la caja de cambios o los pedales. Este tipo de vehículos no se encuentran disponibles al día de hoy en el país, al menos para vehículos mayores. Muchos de Ustedes dirán que ya se encuentran vehículos en Chile que cuentan con mayor ayuda que sólo la velocidad crucero, sin embargo, sistemas como los sensores de acercamiento o de mantenimiento de carril, como los radares o el tercer ojo, son sistemas independientes el uno del otro y adicionalmente, no tienen la capacidad de conducir el vehículo el 100% del tiempo, sino que son sistemas de apoyo al conductor, colaborando con su conducción en situaciones puntuales, como por ejemplo la necesidad de una frenada de emergencia por acercamiento, o la corrección de la dirección del vehículo ante una salida de carril.
Lo que podemos concluir de esta información es que al día de hoy el promedio de los conductores profesionales que trabajan en nuestro país operan el vehículo en un 90% o más, lo que nos muestra que aún estamos bastante lejos de la autonomía total del vehículo, sobre todo en el Transporte Carretero de Carga.

El Futuro de la Conducción Profesional

Ante este escenario, muchos participantes de la industria se plantean qué deberemos hacer con los Conductores Profesionales, ya que éstos en algún momento perderán sus trabajos a raíz de los vehículos autónomos. Lo primero que debemos aclarar ante esta situación, es que los proyectos que hoy se encuentran desarrollando las principales empresas de innovación en tecnología del mundo, como Uber, Tesla o Google, no buscan reemplazar al conductor, sino que aumentar el apoyo que las tecnologías aportan para una conducción más segura.

Analizando los avances que estas empresas han realizado en los últimos tiempos, podemos entender que el futuro de la conducción profesional incluirá una serie de innovaciones tecnológicas que el conductor deberá reconocer, entender y controlar, lo que requerirá que éste ya no sólo comprenda aspectos básicos de conducción, seguridad o incluso mecánica, sino que también deberá ser un usuario experto de tecnologías disponibles, logrando operar no sólo un vehículo, sino también una serie de Programas Informáticos que le ayudarán a controlarlo.

Esto, sin duda, implica un desafío tremendo para la Industria del transporte en Chile. Sin dudas la industria ha padecido la falta de conductores, y muchas veces los procesos de certificación de las empresas mandantes más rigurosas en aspectos de Seguridad, Salud y Medio Ambiente generan que muchos de estos conductores queden fuera de procesos de reclutamiento por no contar con las competencias necesarias. Si la tecnología de los vehículos continúa avanzando, pero nuestros conductores continúan sin desarrollar las competencias necesarias para poder operarlas, entonces estaremos entregando una ventaja competitiva a otros mercados con mayores niveles de capacitación.
Aquí es donde entra en juego el título de esta columna, ya que la posta debe ser tomada por las Instituciones de Educación Superior, principalmente Centros de Formación Técnica o Institutos Profesionales, con el correspondiente apoyo de las autoridades gubernamentales, que permitan desarrollar programas de capacitación que apunten hacia una conducción profesional completa, que incorpore aspectos de eficiencia, seguridad en la conducción, atención al cliente y, obviamente, el desarrollo de las competencias necesarias para operar este tipo de tecnología, permitiendo contar con un profesional que comprenda su función de manera cabal.

La presencia de estas instituciones permitirá utilizar herramientas más avanzadas para la capacitación, incluyendo herramientas metodológicas y tecnológicas, que permitan complementar la capacitación práctica del conductor, a cargo de las empresas, con conceptos teóricos entregados dentro de una sala de clases.

Sin dudas, el aspecto del costo de estas capacitaciones estará en entredicho, sin embargo, es mucho mayor el costo por ineficiencias en la conducción o por el no uso de las nuevas tecnologías, que el que podamos asumir por tener conductores más desarrollados.





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